DESCUIDO
El piso lleno de agua del vaso volcado.
Lleno de agua por un descuido.
Corriendo a buscar un trapo para detener el lago impertinente que se desliza buscando todos los huecos posibles.
Siempre un descuido, una pequeña distracción, una desgracia hogareña y cotidiana.
Y el destino que me pica el boleto y me empuja fuera del camino haciendome caer.
Vuelvo con el trapo secador y el agua ya no es agua.
El agua del vaso volcado cubre el piso sin moverse más porque ahora es cera.
Cera dura y transparente.
Cera fría que el trapo ya no absorbe.
De nada sirve el intelecto ni la comprensión ni la sinrazón. La cera está ahí.
A la tarde mientras me preparo para salir tomo mi morral del perchero y lo cruzo sobre mi pecho.
De pasada agarro las llaves y por un descuido, una distracción momentánea, las llaves se deslizan y caen.
Caen sobre el piso de baldosas y se destrozan.
Las llaves, de hierro, se destrozan en cinco partes porque en el suelo se han convertido en caramelo.
Cinco partes de un caramelo dulce que ya no es llave.
Por un descuido.
Salgo a la calle caminando con cuidado. Mirando el piso con desconfianza calculando cada paso y esquivando a una madre con tres hijos y siento un dolor en mi brazo izquierdo.
Mi brazo izquierdo que acaba de rozar una rama del árbol de la esquina.
Mi brazo sangra desde una línea roja lastimado por la rama movida por un viento repentino.
Como si me hubiese buscado esperando una distracción, un descuido.
Me siento en el bar llegando tarde con disculpas vacías, que el agua y la cera y las llaves caramelo.
Y te escucho irte con tus palabras cuando hasta ayer estabas acá, tan cerca, tan bien.
Te escucho decir lo que no vi, lo que no supe cuidar, lo que estaba bien pero ya no.
Y pienso sino fue una distracción, un descuido |